Del amor
y del deseo
Jaime Castro-Martínez
Prólogo del amor
Antes
que del amor
hicieran
un cuento
iluminado
con la rosa
de pétalos
azules,
donde
la vida
liba miel
y el corazón
confunde
en sus aurículas
pasión y
sentimiento
sin problema,
ya habían
equivocado
en los concilios
la ciega ley
del paraíso
y el escándalo,
donde la piel
de la manzana
no es bocado
aunque su rojo
tentador
deslumbre,
donde
el mordisco
aconsejado
es sólo
pintura,
ficción
irrealizable.
I
Me gusta
la figura
que tu nombre
invoca
detrás de su vocablo
y su sonido.
El mecanismo
de inflexión
premeditado
que tu voz activa,
el sube y baja
que tu voz
modula,
el asunto
sorpresivo
y mañanero,
la comisura
tinturada
del poniente
que se deslinda
en tu balcón
al cual le grito
y le repito:
ríeme
con tu boca diminuta
como la tarde roja
que el sol enseña
en su fúgida caída.
II
Me gusta
saber que me derrito
en tu presencia
por esa sutileza
de maneras
que en tus manos
vuela.
Por esa invitación
exuberante
de tu reír interminable
que hace rato no es sonrisa.
Me gusta
oler tu pelo
en el instante
en que aprisiono
tu cuerpo
entre mis brazos,
en el segundo mismo
en que mis labios
se repiten en tus tímpanos
con la voz robusta
del te quiero
y la insistencia de tus labios
me piden que lo diga
que lo repita una y otra vez.
III
Me gusta
definir
a mi manera
lo que tanto
han dicho.
Calar un rosetón
con la pose
inigualable
que tu cuerpo inventa
en mi cielo raso
para explorar
cuando yo quiera
ese perímetro de formas
que le regala
a mis sentidos
el placer de verte y poder decir:
he trazado en mi mente
los gráciles contornos
de tu cuerpo.
IV
Me gusta
la percusión
que tus tambores
acompasan:
un dos por cuatro
de tacones
en el piso.
La química
perfecta
cuando todos los poros
de mi cuerpo
exudan tu código
genético.
La regia
delicia de tus fresas
con su dulce redondez
prescrita
en la noble noción
de la experiencia
y la locura
inacabable:
la lujuria
roja sin fin
adherida a la pulpa
de tus labios.
La insinuación
que tus pupilas
me musitan
entre pestañas
curvas
y párpados
pintados.
V
Me gusta
escribirte
versos simples
y completar
de vez en cuando
alguna estrofa
porque esta vida
se vuelve un poema
que perdura
aunque la isla mora
de tus ojos
se vuelva la asonancia
entre gestos seductores
sonrisas blancas
y mordiscos largos.
Aunque el pezón
oscuro y rosa
no deje madurar palabras.
Aunque
mi boca sorprendida
no tenga tiempo
sino para viajar
por cada molécula
infinita.
Aunque el posible yámbico
se vaya con tus pasos
o se fugue
con tus fémures
ocultos
y la temperatura
de la mente
no permita ninguna consonancia.
VI
Me gusta escribirte
pero como hacerlo
si ya eres
el verso repetido,
si todas las palabras
las arrastras,
si todo lo conviertes
en un sin fin
asunto de deseo:
posturas
de garbo alucinante
como si fueras
con tu paso
un sáfico candente.
Como hacerlo
si todas las estrofas
las escribes
con la más sentida gracia:
las gradas esperan,
tu fina falda larga
recogida
con una de tus manos
en el decurso lento del descenso.
VII
Me gusta escribirte
pero más
me encanta
la textura
del tejido
avivador.
La lana roja
de tu suéter
gigantesco
tocando
tus rodillas;
largo escultor
de tus caderas
largas,
cincel de tu silueta,
cínico forjador
del movimiento
en ese nervio
de tu cuerpo.
Me gusta escribirte
cuando camino
y vuelvo a casa con sonrisas
porque ayer fuiste lo posible.
Cuando tengo sueño y dibujo
nubes en el aire
Sin que nadie sepa
de tu brillante vaticinio:
—Amame y sabrás
como se piensan,
como se escriben
los poemas libres.
VIII
Asunto
del deseo
mi mirada
sorprendida
con tu cuello largo
y lánguido,
tus manos artesanas
modeladoras
del suspenso puesto
en tu abundante
cabellera recogida
con lóbulos dorados,
frágiles destinos
de mis labios ávidos.
IX
Me gustan
O mejor dicho
Me encantan
Las líneas
De tus cejas sorprendidas
La exclamación
De tus retinas delatoras
La pincelada bicolor
Tus labios y sonrisas.
El sonido
Alegre
Tu palabra
Con sonrisas
Y la tamaña encrucijada:
Tus pechos asomados
Sin sostenes
Por las ventanas
Blancas de tu blusa.
X
Ni escribirlo quiero.
Cuántas veces te esperé
Tal vez ni lo recuerdas
Ya no era el cuerpo
Era el asunto
del febril capricho:
Tu figura humana.
Mapa
Línea de fino trazo
Larga romería...
Aleve descriptora de contornos
Papel memorizado
Como si fueras
Foto en la memoria.
Tu forma entonces
Decimada
Se abrevia
En el concepto de la línea.
Resumo tu figura humana
Minucia del grosor
Carbones negros
Sumidos túneles oscuros
Que en la mente
Dejan ver la luz
Muy al comienzo o al final.
Reivento
Tu figura en el momento
De la espera
Aparece lo humano
De tu cuerpo
La imagen es figura.
XI
Me gusta
posar los pies delcalzos
en las arenas
ardientes
de tu playa.
Pisar
con estos pies
necesitados
la tibia liviandad
de tus arenas sibaritas.
Sentir tu yodo,
tu salitre
que satura el cuerpo.
XII
Más allá donde se forman
Pensamientos y conceptos
Para escribirlos luego
La vida se reduce a veces
A la mínima expresión.
Se valora
Se cambia o se trueca
Por algo bello o ruín.
Se equipara a lo perdido
Si se compara con tangibles
O concretos.
En esta irrealidad
La vida
Se juega contra todos
Contra todo
Porque nada vale.
Contra el cero
O por el infinito
Que en apariencia vale mucho.
Contra la guerra en la batalla.
En la trinchera o barricada
Se cambia por medallas
Por desiertos candentes
Casi imposobles de cruzar.
Por maderos
Oscuros de caoba
Como último traje de regreso.
¡Vaya sentido real o imaginado!
Nadie la vende
Nadie la presta,
Nadie la da
Ni la regala.
Yo te la presto
Si la quieres
por el mordisco
Rosa de tus besos,
Por la bullosa boca abierta
De tu risa carcajada
Por la textura
Azabache
De tantos rizos
Trabajados
Por esos pechos nunca opresos
Y sin mitos.
Por tu cintura
Talla diminuta
Copa perfecta
Para las cuartas
De mis manos.
Por la magra virtud
De tus caderas
Caminantes
Sin mas vestido iluminado
Que el lustre sibarita
Le permite:
Tus zapatos rojos
Con tacones pequeñitos.
XIII
Me gusta pensar
Que ayer te conocí
si conocer
de pronto significa
escudriñar
de lejos tu talante
sin saber tu nombre.
Sin tu nombre fuiste
lindísima mujer.
Fugaz identidad
locura del momento
mientras que el tiempo
indicador anunciara
o redimiera
en el futuro el verdadero.
Y lo aprendí de veras
como se dice tata o mama,
como fácil lección
de los sonidos nuevos.
XIV
Me gusta recordar
tu nombre a veces.
Tu nombre
de alegre campanil.
Tu nombre
que suena
a vida plena y canta.
Vocablo
de manos largas.
Un universo
movido por tus plantas.
Me gusta recordar
que en ese río de tu nombre viajo.
Que floto en cada letra
buscando ver el sol
que quema cerca
con tus upilas
reflectoras de rayos y promesas.
Me gusta recordar
el lirio blanco,
el lirio entre tus labios.
Sistólico rizoma
que no arranco
del corazón aunque lo insista.
XV
Me gusta
pensar en lo imposible.
Si estuviera
por nacer
hubiera
escogido
hurgarte las entrañas
y ser el hijo que
no has tenido
todavía.
Si fuera
de tu mundo
hubiera
pretentido
ser tu hombre
tu amante
o compañero.
Recoger en mi
tu cuerpo,
desmenuzarlo
con mis manos
viajarlo con velas al pairo,
sentirlo en cada molécula de piel,
morder tus labios sin pintar...
pintarlos con mis labios.
XVII
Degustaré tu piel
si le consientes a mis labios
que la recorra
en la loca amplitud
de tu permiso.
La he visto revestida
en la comisura de tus labios
donde comienza
el gesto generoso,
como cómplice
de tu pelo recogido,
en los pies descalzos
de la danza
recorriendo
el camino de lo acústico.
Trance mío
sueño inducido
por tambores
que han dejado
como tesoro oculto
las venadas.
XVIII
Cuando nada presume
y la quietud oscura obligue,
nada me digo ni repito.
Mis labios quietos no articulan.
No es tiempo de palabras.
Tus ojos me persiguen sin pedir
permiso a nadie.
Los dejas escapar
y me escudriñan necios
y me deleitan sin sorpresas.
Déjame entrar en ellos .
Densos, de tiniebla pura.
En tu cabello,
seda de la sombras.
XIX
Me gusta
dar por cierto
que no te amo
porque parezacas ser
tan buena como el pan
que se cocina
en hornos duros
de la tierra blanda.
Como la sal augusta
en la cocina
cotidiana,
como el oxígeno
precioso y útil
en todos los fluídos.
Como el aire
o como el sol y el agua
necesarios
en todos los comienzos
de la vida diaria.
Te amo por tu piel
trabajo fino de la abeja.
Por los momentos justos
que me robas,
fases coquetas
de tu luna blanca.
XX
Que lindo
tu juguete...
que color
el de tu pelo
terso
extendido
detrás
de tu cabeza
con el rodete
de tu propio pelo.
Que linda
tu melena
descendiendo
por uno de tus hombros
firmes
como copiosa
cola de caballo.
Que lindo...
el blanco en algodón...
vestido de verano
...tus finos pies desnudos
sobre el dorado
de tus dos sandalias.
XXI
¡Mujer!
....suspiro y trazo...
para decir
que las palabras
son algo más
que carne
o hueso.
Son algo más
que inverosímiles
burbujas
que disturban.
Son algo más
que los círculos
preciosos
los contorno que nos gritan:
¡Mujer!
...suspiro y trazo....
XXII
Una cálida flor
y su apetito.
¡Esa rosa roja rápida
hubiera sido suficiente,
lo preciso!
Pero acaso
no hubieras
sentido la tersura
de los pétalos,
el mensaje
de mis ojos abismados.
¡Esa flor!
¡Esa rosa roja, rápido!
¡Una flor
lo justo!
Pero quizá no hubieras
olido su perfume.
No hubieras percibido la sustancia
El alma que sale
y bien lo sabes:
la química fragante
emanada por mis poros
entreabiertos.
!Esa flor! Que borda luces
y te pinta mapas.
XXIII
Eras el brillo
Invicto de la flor
Metáfora de anturios
Ceñidos
A la tierra fértil de mi líbido.
Eras la piel y el tiempo
Entalle de la pose
Cada pétalo.
Meninos del melindre
Tus capullos tiernos
Un no se que distinto
llegado desde del lívido celeste.
XXIV
Anticipé tu amor
en ese remolino de sustancias
invisibles a quien no participa
del momento.
En esa convergencia
donde el iris, la córnea
y la pupila
confunden
los labios y la voz entre sonrisas
con círculos de fuego.
En ese torbellino
donde la flor
ya no sucumbe al viento.
Donde la flor y la humedad
se compaginan
en la posible realidad
de la prosapia.
Anticipé tu amor
en esas dos ventanas predispuestas
por el alma:
tus ojos selectivos que no mienten.
Epílogo consecuente
Caminarás
conmigo tu momento
de espléndida blancura,
buscando pasadizos al futuro
tras el guipur,
lucido velo de tu encanto.
Compartirás
conmigo tu momento
de adiamantada claridad,
ciñendo mundos nuevos:
corona más bouquet
de pétalos fragantes,
felices por tus pálidas
promesas frescas.
Disfrutaré
contigo del mommento
de enamorada compostura
contando a nuestro paso las esquinas
de mi afecto:
la fe, el optimismo,
el caro ensueño
más el amor que te esperaba.
Y caminamos juntos al perímetro
como la luz
de la mañana sonrojada.
El gran amor
que te esperaba
se prodigó en la fe indistinta.
La casa en el aire se posó
sobre la euforia realizable.