Thursday, October 9, 2014














Del amor
y del deseo
Jaime Castro-Martínez
























Prólogo del amor

Antes 
que del amor 
hicieran
un cuento 
iluminado
con la rosa 
de pétalos 
azules,
donde 
la vida 
liba miel
y el corazón 
confunde 
en sus aurículas 
pasión y
sentimiento 
sin problema,
ya habían 
equivocado 
en los concilios
la ciega ley 
del paraíso 
y el escándalo,
donde la piel 
de la manzana 
no es bocado 
aunque su rojo 
tentador 
deslumbre,
donde 
el mordisco 
aconsejado
es sólo 
pintura,
ficción  
irrealizable. 

I

 Me gusta 
 la figura 
 que tu nombre 
 invoca
 detrás de su vocablo
 y su sonido.
 El mecanismo 
 de inflexión 
 premeditado
 que tu voz activa,
 el sube y baja 
 que tu voz
 modula,
 el asunto 
 sorpresivo
 y mañanero,
 la comisura 
 tinturada 
 del poniente 
 que se deslinda
 en tu balcón
 al cual le grito 
 y le repito:
 ríeme
 con tu boca diminuta
 como la tarde roja
 que el sol enseña 
 en su fúgida caída.










II

Me gusta
saber que me derrito
en tu presencia
por esa sutileza
de maneras
que en tus manos
vuela.
Por esa invitación
exuberante
de tu reír interminable
que hace rato no es sonrisa. 
Me gusta
oler tu pelo 
en el instante 
en que aprisiono
tu cuerpo 
entre mis brazos,
en el segundo mismo 
en que mis labios 
se repiten en tus tímpanos
con la voz robusta
del  te quiero
y la insistencia de tus labios
me piden que lo diga
que lo repita una y otra vez.










III

Me gusta 
definir
a mi manera
lo que tanto 
han dicho.
Calar un rosetón
con la  pose 
inigualable
que tu cuerpo inventa
en mi cielo raso
para explorar
cuando yo quiera
ese perímetro de formas
que le regala 
a mis sentidos
el placer de verte y  poder decir:
he trazado en mi mente
los gráciles contornos 
de tu cuerpo.
  

















IV

Me gusta
la percusión
que tus tambores
acompasan:
un dos por cuatro 
de tacones
en el piso.
La química 
perfecta
cuando  todos los poros 
de mi cuerpo 
exudan tu código 
genético.
 La regia
delicia de tus fresas
con su dulce redondez
prescrita 
en la noble noción
de la experiencia
y la locura
inacabable:
 la lujuria
roja sin fin
adherida a la pulpa
de tus labios.
La insinuación
que tus pupilas
me musitan
entre pestañas
curvas
y párpados
pintados.






V

Me gusta
escribirte 
versos simples
y completar
de vez en cuando 
alguna estrofa
porque esta vida
se vuelve un poema
que perdura
aunque la isla mora
de tus ojos
se vuelva la asonancia
entre gestos seductores 
sonrisas blancas
y mordiscos largos.
Aunque el pezón
oscuro y rosa
no deje madurar palabras.
Aunque 
mi boca sorprendida
no tenga tiempo
sino para viajar
por cada molécula
infinita.
Aunque el posible yámbico 
se vaya con tus pasos
o se fugue 
con tus fémures
ocultos
y la temperatura 
de la mente
no permita ninguna consonancia.


VI

Me gusta escribirte
pero como hacerlo
si ya eres 
el verso repetido,
si todas las palabras 
las arrastras,
si todo lo conviertes 
en un sin fin
asunto de deseo:
posturas
de garbo alucinante
como si fueras
con tu paso
un sáfico candente.

Como hacerlo
si todas las estrofas 
las escribes
con la más sentida gracia:
las gradas  esperan,
tu fina falda larga
recogida
con una de tus manos
en el decurso lento del descenso.












VII

Me gusta escribirte
pero más 
me encanta
la textura
del tejido
avivador.
La lana roja
de tu suéter  
gigantesco
tocando 
tus rodillas;
largo escultor 
de tus caderas
largas,
cincel de tu silueta,
cínico forjador 
del movimiento
en ese nervio
de tu cuerpo. 

Me gusta escribirte
cuando camino
y vuelvo a casa con sonrisas
porque ayer fuiste lo posible.

Cuando tengo sueño y dibujo 
nubes en el aire
Sin que nadie sepa 
de  tu brillante vaticinio:
—Amame y sabrás
como se piensan, 
como se escriben 
los poemas libres.


VIII

Asunto 
del deseo
mi mirada
sorprendida 
con tu cuello largo 
y lánguido, 
tus manos artesanas 
modeladoras 
del suspenso puesto
en tu abundante
cabellera recogida
con lóbulos dorados,
frágiles destinos 
de mis labios ávidos.












IX

Me gustan
O mejor dicho
Me encantan
Las líneas 
De tus cejas  sorprendidas
La exclamación 
De tus retinas delatoras 
La pincelada bicolor
Tus labios y sonrisas.
El sonido
Alegre
Tu palabra
Con sonrisas
Y la tamaña encrucijada:
Tus pechos asomados 
Sin sostenes
Por las ventanas 
Blancas de tu blusa.










X
Ni escribirlo quiero.
Cuántas veces te esperé
Tal vez ni  lo recuerdas
Ya no era el cuerpo
Era el asunto 
del febril capricho:
Tu figura humana. 
Mapa
Línea de fino trazo 
Larga romería...
Aleve descriptora de contornos
Papel memorizado
Como si fueras 
Foto en la memoria. 
Tu forma entonces 
Decimada 
Se abrevia 
En el concepto de la línea.
Resumo tu figura humana 
Minucia del grosor 
Carbones negros 
Sumidos túneles oscuros
Que en la mente
Dejan ver la luz
Muy al comienzo o al final. 

Reivento 
Tu figura en el momento
De la espera
Aparece lo humano 
De tu cuerpo
La imagen  es figura.






XI

Me gusta
posar los pies delcalzos 
en las arenas 
ardientes 
de tu playa.
Pisar 
con estos pies
necesitados
la tibia liviandad 
de tus arenas sibaritas.
Sentir tu yodo,
tu salitre
que  satura el  cuerpo.













XII
Más allá donde se forman
Pensamientos y conceptos
Para escribirlos luego
La vida se reduce a veces
A la mínima expresión. 

Se valora
Se cambia o se trueca
Por algo bello o ruín.
Se equipara a lo perdido
Si se compara con tangibles
O concretos.

En esta irrealidad
La vida 
Se juega contra todos
Contra todo
Porque nada vale.
Contra el cero 
O por el infinito 
Que en apariencia vale mucho.  
Contra la guerra en la batalla.
En la trinchera o barricada
Se cambia por medallas
Por desiertos candentes
Casi imposobles de cruzar.
Por maderos 
Oscuros de caoba 
Como último traje de regreso. 

¡Vaya sentido real o imaginado!
Nadie la vende
Nadie la presta,
Nadie la da
Ni la regala.
 Yo te la presto
Si la quieres
por el mordisco 
Rosa de tus besos,
Por la bullosa boca abierta 
De tu risa carcajada
Por la textura 
Azabache 
De tantos rizos 
Trabajados
Por esos pechos nunca opresos
Y sin mitos.
Por tu cintura 
Talla diminuta
Copa perfecta
Para las cuartas 
De mis manos.
Por la magra virtud 
De tus caderas 
Caminantes 
Sin mas vestido iluminado
Que el lustre sibarita
Le permite:
Tus zapatos rojos 
Con tacones pequeñitos. 











XIII

Me gusta pensar
Que ayer te conocí
si conocer 
de pronto significa
escudriñar 
de lejos tu talante
sin saber tu nombre.

Sin tu nombre fuiste
lindísima mujer.
Fugaz identidad
locura del momento
mientras que el tiempo 
indicador anunciara
o redimiera 
en el futuro el verdadero.

Y lo aprendí de veras
como se dice tata o mama,
como fácil lección 
de los sonidos nuevos.
















XIV

Me gusta recordar 
tu nombre a veces.
 Tu nombre
de alegre campanil.
Tu nombre
 que suena 
a vida plena y canta.
Vocablo 
de manos largas.
Un universo 
movido por tus plantas.

Me gusta recordar
que en ese río de tu nombre viajo.
Que floto en cada letra
buscando ver el sol 
que quema cerca 
con tus upilas 
reflectoras de rayos y promesas.

Me gusta recordar
el lirio blanco,
el lirio entre tus labios.
Sistólico rizoma 
que no arranco
del corazón aunque lo insista.









XV

Me gusta 
pensar en lo imposible.
Si estuviera 
por nacer
hubiera 
escogido
hurgarte las entrañas
y ser el hijo que 
no has tenido
todavía. 
Si fuera 
de tu mundo
hubiera 
pretentido
ser tu hombre
tu amante
o compañero.
Recoger en mi
tu cuerpo,
desmenuzarlo 
con mis manos
viajarlo con velas al pairo,
sentirlo en cada molécula de piel,
morder tus labios sin pintar...
pintarlos con mis labios.








XVII

Degustaré tu piel 
si le consientes a mis labios
que la recorra
en la loca amplitud
de tu permiso. 
La he visto revestida
en la comisura de tus labios
donde comienza 
el gesto generoso,
como cómplice 
de tu pelo recogido,
en los pies descalzos 
de la danza
recorriendo 
el camino de lo acústico.
Trance mío
sueño inducido
por tambores 
que han dejado  
como tesoro oculto 
las venadas.





XVIII

Cuando nada presume 
y la quietud oscura obligue,
nada me digo ni repito.
Mis labios quietos no articulan.
No es tiempo de palabras.

Tus ojos me persiguen sin pedir 
permiso a nadie.
Los dejas escapar
y me escudriñan necios
y me deleitan sin sorpresas.

Déjame entrar en ellos .
Densos, de tiniebla pura. 
En tu cabello, 
seda de la sombras.
















XIX

Me gusta 
dar por cierto
que no te amo 
porque parezacas ser
tan buena como el pan 
que se cocina
en hornos duros 
de la tierra blanda.

Como la sal augusta 
en la cocina 
cotidiana,
como el oxígeno 
precioso y útil
en todos los fluídos. 
Como el aire
o como el sol y el  agua 
necesarios
en todos los comienzos
de la vida diaria.

Te amo por tu piel
trabajo fino de la abeja.
Por los momentos justos 
que me robas,
fases coquetas 
de tu luna blanca.











XX

Que lindo 
tu juguete...
que color
el de tu pelo 
terso
extendido
detrás
de tu cabeza
con el rodete 
de tu propio pelo.

Que linda
tu melena
descendiendo
por uno de tus hombros
firmes
como copiosa
cola de caballo.

Que lindo... 
el blanco en algodón...
vestido de verano
...tus finos pies desnudos
sobre el dorado
de tus dos sandalias.









XXI

¡Mujer!
....suspiro y trazo...
para decir 
que las palabras
son algo más
que carne
o hueso.
Son algo más
que inverosímiles
burbujas
que disturban.
Son algo más 
que los círculos 
preciosos
los contorno que nos gritan:
¡Mujer!
...suspiro y trazo....








XXII

Una cálida flor 
y su apetito.
¡Esa rosa roja rápida
hubiera sido  suficiente,
lo preciso!
Pero acaso 
no hubieras
sentido la tersura 
de los pétalos,
el mensaje
de mis ojos abismados.
¡Esa flor! 
¡Esa rosa roja, rápido!

¡Una flor
lo justo!
Pero quizá no hubieras
olido su perfume. 
No hubieras percibido la sustancia
El alma que  sale
y bien lo sabes:
la química fragante 
emanada por mis poros 
entreabiertos.
!Esa flor! Que borda luces
y te pinta mapas. 











XXIII

Eras el brillo 
Invicto de la flor
Metáfora de anturios 
Ceñidos
A la tierra fértil de mi líbido.

Eras la piel y el tiempo 
Entalle de la pose
Cada pétalo.
Meninos del melindre
Tus capullos tiernos
Un no se que distinto 
llegado desde del lívido celeste.















XXIV

Anticipé tu  amor 
en ese remolino de sustancias
invisibles a quien no participa 
del momento.
En esa convergencia 
donde el iris, la córnea
y la pupila 
confunden 
los labios y la voz entre sonrisas
con círculos de fuego.
En ese torbellino
donde la flor 
ya no sucumbe al viento.
Donde la flor y la humedad
se compaginan
en la posible realidad
de la prosapia.

Anticipé tu amor 
en esas dos ventanas predispuestas
por el alma:
tus ojos selectivos que no mienten. 










Epílogo consecuente

Caminarás 
conmigo tu momento
de espléndida blancura,
buscando pasadizos al futuro
tras el guipur,
lucido velo de tu encanto. 

Compartirás 
conmigo tu momento
de adiamantada claridad,
ciñendo mundos nuevos:
corona más bouquet
de pétalos fragantes,
felices por tus pálidas 
promesas frescas.


Disfrutaré
contigo del mommento
de enamorada compostura
contando a nuestro paso las esquinas
de mi afecto:
la fe, el optimismo,
el caro ensueño
más el amor que te esperaba.

Y caminamos juntos al perímetro 
como la luz 
de la mañana sonrojada.
El gran amor 
que te esperaba
se prodigó en la fe indistinta.
La casa en el aire se posó
sobre la euforia realizable.